miércoles, 22 de julio de 2009

LA ORACIÓN DEL HOMBRE PERRO



Hace algunos días fui a mi parroquia que queda cerca de mi casa, y para sorpresa mía, ví un perro que parecía rezar devotamente. Me acerqué despacito y oí lo siguiente:

“Señor, no sé si te habrás dado cuenta de mi existencia; estás tan ocupado con los hombres que creo que te olvidas de nosotros, los animales.

Soy un perro. Donde vivo tengo fama de ser uno de los guardianes más celosos de la casa;
la gente me teme. Verás, aunque yo sé que tú sabes mi historia mejor que yo:

Nací hombre, pero a medida que fui creciendo, perdí, poco a poco, los rasgos humanos. Primero me dejé arrastrar de los instintos que pujaban en mi interior: fueron días malos aquellos, todo me molestaba; de tanto enojarme me empezó a salir hocico; creí que todos murmuraban de mí y agudicé los oídos para escuchar a los otros, hasta el punto que las orejas se me alargaron. La inseguridad y duda de mí, que tenía, me forzaron a encorvarme, y acabé caminando como cuadrúpedo. Veía, Señor, el mundo al revés. Me sentía continuamente atacado y desarrollé garras y colmillos; y aprendí a ladrar; tenía que defenderme.

¡A cuantos habré herido desde que se operó en mí este cambio! Tú lo sabes, Señor. Y sin embargo, a pesar del odio y rencor que sentía hacia mí y hacia los demás, he encontrado hombres que me han querido de veras. Otros han querido ser mis amigos, pero a esos los he rechazado.

Ahora, una vez que he vislumbrado el paraíso del amor, busco amar y ser amado, pero no acierto, Señor, y fracaso continuamente. Por eso acudo a ti. Señor, ayúdame a amarme como soy, para así poder amar a los demás. El desprecio y el odio a mí mismo me transformó en perro; la autoaceptación me volverá hombre; dame fe en mí mismo; fe en la obra de ti en mí; hazme creer que puedo ser amado y amar; no quiero ya seguir siendo perro, quiero ser hombre, empezar a serlo, Señor.”
Así terminó su oración. Yo me alejé rápidamente, no quería que se diera cuenta que le estaba oyendo, y menos que viera mis ojos llenos de lágrimas. Y ya solo en casa me pregunté y sigo preguntándome: ¿será verdad que hay hombres que, por fuera, parecen duros como perros, porque no se aceptan, pero por dentro son buenos como una madre?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario